Poema "El Alfarero"

jueves, 25 de septiembre de 2008

"He aquí que como el barro en la mano del alfarero, así sois vosotros en mi mano." (Jeremías 18:6b)

Alfarero divino
no soy un error de tus manos
 concebiste buena obra
bella forma al compás de la rueda
pero el tiempo y la vida
macularon mi arcilla
y ahora estoy resquebrajada
se me escurren las aguas soy inútil vasija.

Alfarero divino, quiebra esta torpeza
tu poder ha de hacerme nuevo ser que te honre
me someto a tu arte a tu obrar en mi vida.
Alfarero, soy barro, pobre, inútil, sin brillo
 mas si tú, me retomas y me quiebras, me rompes
 sé que pronto Alfarero
surgiré en nueva forma
para darte la gloria.


(Tomado del Libro "Verbo Vivo". Febrero 1996. Autora: Patricia Adrianzén)

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jueves, 11 de septiembre de 2008

No sólo en Octubre hay Milagros

Por Patricia Adrianzén de Vergara.

“Un milagro es una intervención sobrenatural en el mundo externo, que aporta una revelación singular de la presencia y del poder de Dios”.


¿Experimentaste alguna vez esta intervención sobrenatural de Dios? ¿Sucedió algún milagro en tu vida? ¿Crees en el poder de Dios? Todo hombre y mujer en algún momento de su vida pide un milagro. Muchos obtienen respuesta, otros fuerzan las circunstancias o las interpretan de tal forma que pueda parecer que en realidad sucedió lo que esperaban. Otros más radicales niegan toda posibilidad de un obrar sobrenatural de Dios.


Entre los últimos se encuentra Oswaldo Reynoso, una de las voces más representativas de nuestra narrativa peruana, quien escribe una novela irreverente y contestataria titulada “En Octubre no hay Milagros”. En esta novela Reynoso critica una religiosidad inauténtica, de apariencia, llegando al extremo de presentar la tradicional procesión de “El Señor de los Milagros” que cada año se da en la ciudad de Lima, como un festín, una feria, un teatro de voluptuosidades en la que devotamente desfilan personajes corruptos. Tal vez Reynoso se excede en su crítica al sistema religioso y sobre abunda en relatar obscenidades e inmoralidades; pero a la vez nos encontramos con una obra que sondea las profundidades del alma del hombre sin Dios y sin Cristo, que concibe por un instante sólo a un Dios castigador.

El concepto de Dios que comunica Reynoso en su obra, se limita a una imagen a quien se le piden favores o “milagros” de acuerdo a los voluptuosos corazones y deseos impuros de los protagonistas. Para Reynoso se trata de un fraude que se utilizó para mantener por muchos años en subordinación los esclavos y un engaño total porque hay un divorcio entre la vida y la práctica religiosa de quienes aparentan devoción pero viven sin ética. No hay Dios ni milagros, la única esperanza está delegada en los hombres que quieren cambiar el mundo pero solos no pueden, por lo cual hace un llamado a unir fuerzas. Muchas susceptibilidades han sido heridas por el tema de esta novela y se le ha atribuido una intencionalidad político-antirreligiosa[1]. Pero si lo miramos desde otro punto de vista podemos percibir que Reynoso reclama un poder transformador auténtico en las vidas de las personas y sus circunstancias. ¿Está reclamando un cristianismo real que se evidencie en la vida y conducta de las personas que se identifican con Dios? El fracaso de la rebeldía individual que propone en un personaje que se arroja contra la imagen para escupirla, y su llamado a la solidaridad y a unirse a las filas militantes de la izquierda, ¿es el llamado del hombre que anhela el milagro de una sociedad sin corrupción? ¿El llamado a la acción social, es un llamado de angustia? ¿Es el anhelo por el milagro más grande en el cual no cree: la transformación del corazón del hombre? Como escribe: “…en la política sólo existen las ambiciones personales, el acomodo, y siempre será así, el hombre por naturaleza es egoísta, nunca cambiará”. [2] Nosotros sabemos que ese es justamente uno de los más grandes milagros. Que Cristo obra con su poder transformador en las vidas de hombres y mujeres que le aceptan como su Dios y Salvador personal. Y que el hombre sí puede cambiar.

¿Existen los milagros? La Biblia tiene referencias constantes a la actividad del Dios vivo en la naturaleza. Hay muchas palabras griegas y hebreas que se traducen diversamente como “milagros”, “maravillas”, “señales”, “poderosas obras”, “poderes”; acontecimientos que revelan de forma dramática esa naturaleza viva, personal de Dios, que está activo en la historia como un Redentor que salva y guía a su pueblo. Basta revisar pasajes como los siguientes:

“¿O ha intentado Dios venir a tomar para sí una nación de en medio de otra nación, con pruebas, con señales, con milagros y con guerra, y con mano poderosa y brazo extendido, y hechos aterradores como todo lo que hizo con vosotros Jehová vuestro Dios en Egipto ante tus ojos?” (Dt 4:34)

Ciertamente la historia del pueblo de Israel está ligada a la actividad de Dios como distintiva, maravillosa, portentosa, poderosa y significativa. Estos milagros y hechos maravillosos serían repetidos por los padres hacia los hijos de generación en generación. Sin embargo, muchos de ellos reaccionaron con incredulidad, lo cual ofende el corazón de Dios quien dice: “Hasta cuándo no me creerán, con todas las señales que he hecho en medio de ellos? (Núm 14:11) Hoy Dios tendría todo el derecho de seguir sintiéndose ofendido, ya que aparte de la incredulidad, la gente en su búsqueda desesperada de respuestas a los problemas de la vida, acude a fuentes de poder ocultistas en busca de milagros. Dios bendice a la humanidad, pero en vez de reconocer su amor y su poder se atribuyen “los milagros” a chamanes, brujos, adivinos, a “santos” creados por la imaginación popular. En el Perú tenemos casos de santos inventados que tienen tal arraigo en la mente de nuestros compatriotas que muchos de ellos han llegado a beber el agua podrida de la tumba de una muerta supuestamente santa en busca de sanidad y “milagros” particulares. ¿Por qué buscamos poder fuera de Dios? ¿Por qué no acercarse a un Dios real y verdadero? ¿Por qué no honrar al Dios de los milagros? La Biblia revela que la totalidad de la creación depende en forma constante de la actividad sostenedora de Dios, y está sujeta a su voluntad soberana : “Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles…Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten”…(Col 1:16-17)


¿Por qué no reconocer y darle cada día gracias por el milagro de la vida al autor de la vida? ¿Por qué nos es tan difícil descifrar el mensaje poderoso que revela su creación? “Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles”. (Rom 1 20-23)

A través de generaciones hemos permitido que la gloria de Dios sea trastocada. Hemos ofendido su majestad. Hemos experimentado sus milagros y bendiciones y permanecimos indiferentes. Dios hace milagros en nuestras vidas: para alimentar nuestra fe, para que ampliemos y profundicemos nuestro conocimiento de él, para autenticar su palabra, para que su reino siga siendo proclamado. Quienes creemos en un Dios personal podemos reconocer sus milagros. Hemos experimentado la actividad regeneradora del Espíritu Santo y podemos decir como el ciego de nacimiento, quien inesperadamente tuvo un encuentro con Jesús, la luz del mundo: “Una cosa sé, que yo era ciego y ahora veo” (Jn 9:25). [1] Francisco Interdonato. El Ateísmo en el mundo actual. Pg 154-157 [2] Oswaldo Reynoso. En Octubre no hay milagros. Pg 173.

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MUJERES VALIOSAS

lunes, 8 de septiembre de 2008

LA MADRE DE ISRAEL

Por Patricia Adrianzén de Vergara.


“Las aldeas quedaron abandonadas en Israel, habían decaído, hasta que yo Débora me levanté, me levanté como Madre en Israel”. (Jueces 5:7)

Me gustan las mujeres con iniciativa. Aquellas que no se dejan vencer por los obstáculos ni las circunstancias, aguerridas y valientes, que saben lo que valen y pueden lograr. Me gustan las mujeres que llegan a conocerse a sí mismas, que valoran sus fortalezas y luchan con sus debilidades. Admiro a las mujeres que se levantan de sus fracasos y son capaces de volver a empezar. Pero sobre todo admiro aquellas que se muestran solidarias y que reproducen sus vidas en otros. A pesar que la historia de la humanidad no estuvo a nuestro favor y tuvieron que pasar siglos para que fuésemos reconocidas socialmente con justicia, nadie puede negar que las mujeres cumplimos siempre un rol importante. Hemos ganado batallas trascendentales como el derecho al sufragio, que ahora nadie se atrevería a cuestionar y hasta parece mentira que tuvimos que ir conquistando derechos tan elementales como ese.


Hoy la sociedad nos reconoce y hasta celebramos cada año el “Día Internacional de la Mujer”. Eso no quiere decir que muchas mujeres no tengan que seguir batallando diariamente contra injusticias, micro machismos y conductas inapropiadas de los varones. Tenemos aún mucho por hacer y conquistar pero nunca olvides mujer que eres valiosa y fuiste creada a imagen y semejanza de Dios La sociedad que describe la Biblia también era machista, sin embargo Dios se encargó de levantar mujeres que marcaran hitos en la historia de su pueblo y que tuvieron un papel preponderante. Tal es el caso de Débora, una mujer que estuvo al frente de todo un ejército y que Dios usó poderosamente para libertar a su pueblo. Una mujer que supo estar en contacto con Dios y ser sensible a su voz y a su dirección, a quien Dios le revela sus planes. ¿No te parece maravilloso?






¿Quién fue Débora? Empezaremos por explicar el significado de su nombre. El nombre “Débora” es de origen hebreo y significa “trabajadora como la abeja”.

 Débora, la mujer que aparece en el libro de los jueces, hizo honor a su nombre pues fue una mujer laboriosa, sagaz, prudente y sabia. “Dulce para sus amigos y dolorosa para sus enemigos”. Entre sus atributos resalta su íntima comunión con Dios, pues fue profetisa; es decir transmitía los mensajes de Dios al pueblo. Era juez en el tiempo en que Jabín oprimía a Israel. Se dice que se sentaba para ejercer su oficio al aire libre debajo de una palmera, o tal vez habitaba cerca de ella, lo cierto es que el pueblo acudía a ella para recibir consejo y resolver sus conflictos como a una madre que nutre y protege. Débora cumplió un rol fundamental entre su pueblo, en un tiempo de la historia de Israel de decadencia espiritual cuando estaban rodeados de muchos enemigos. Fue una mujer que respondió a las necesidades críticas de su tiempo con valentía.


Es así como es ella quien recibe directamente de Dios el plan proyectado para la liberación de Israel. En un tiempo de desesperación ella alentó al pueblo a la lucha. Como mujer no era la adecuada para ponerse al frente de un ejército, pero animó al general Barac para formar al equipo libertador hasta que obtuvieron la liberación total de Israel. Leamos sus palabras cuando se dirige a Barac:

“¿No te ha mandado Jehová Dios de Israel, diciendo: Ve junta a tu gente en el monte de Tabor, y toma contigo diez mil hombres de la tribu de Neftalí y de la tribu de Zabulón; y yo atraeré hacia ti al arroyo de Cisón a Císara, capitán del ejército de Jabín, con sus carros y su ejército y lo entregaré en tus manos? (Jueces 4:6-7)


Parece ser que Barac había recibido ya una orden de parte de Dios y no había hecho caso. Débora sin duda oró y oyó la voz de Dios y él le reveló sus planes. Confiada en la palabra de Dios es que anima a Barac e intenta sacarlo de su apatía espiritual y su incredulidad. Al punto que él le responde: “Si tú fueres conmigo yo iré, pero si no fueres conmigo no iré” (Jueces 4:8) Débora tuvo que vencer varios obstáculos para ir a la batalla, librar primero su propia batalla personal y de los que la rodeaban: venció el obstáculo de la indiferencia, el obstáculo de la apatía espiritual y el obstáculo del temor. A la vez, la historia de Débora nos provee de ciertas características y atributos que como mujeres podemos ejercer hoy en nuestro tiempo. Te animo a que me acompañes a examinarnos a nosotras mismas a través de su:


1) Sensibilidad social: Débora vivió en un tiempo en que el pueblo de Israel había faltado a todos sus pactos con Dios y estaban viviendo las terribles consecuencias de su apostasía. Ella describe la situación social de ese entonces en Jueces 5: 5-8: “quedaron abandonados los caminos” “se paraban por lugares torcidos” “las aldeas quedaron abandonadas en Israel”. Había un abandono total, todo había decaído, los cananeos se habían apoderado hasta de las principales rutas, los aldeanos abandonaron sus pueblos en busca de la protección de las ciudades amuralladas. Los enemigos de Israel habían logrado dejarlos sin comercio, sin labores agrícolas, sin administración, sin que pudieran atreverse a viajar, sin paz, sin armas ni ánimos para que se atrevieran a combatirlos. Fue en esta situación cuando Débora “se levanta” y asume un rol definitivo. Como mujer, ¿has hecho un análisis de la situación a tu alrededor? ¿Conoces las necesidades urgentes de quiénes te rodean? ¿Te has preguntado si puedes hacer algo personalmente para cambiar ciertas situaciones o realidades? ¿Has extendido tus fronteras más allá de tu propia familia?


2) Su valentía: “Hasta que yo Débora me levanté…” (Jue 5:7) “la guerra estaba a las puertas” (Jue 5:8). La situación era de violencia y ausencia de paz. De confusión y temor, sin embargo Débora estuvo dispuesta a ir a la batalla confiando en que Dios les había dado ya la victoria. Era una conocedora de los tiempos de Dios y no se acobardó por la magnitud de la tarea que tenía que aprender ni por los riesgos que podía correr. ¿Te has levantado ya con valentía para ser un canal de bendición a otros? ¿Sabes lo que podrías hacer por los demás? ¿Estás dispuesta a poner al servicio de Dios y de los otros tus habilidades y talentos? ¿Eres del tipo de mujer que emprende retos o de aquellas que viven lamentándose de sus propias miserias y no son capaces de mirar más allá de sí mismas? ¿Conoces el poder de tu influencia personal? ¿Conoces tus habilidades personales, dones y talentos?


3) Su amor maternal por su pueblo: “Me levanté como madre de Israel” (Jue 5:7). Es fácil amar a nuestra propia familia y desbordar todo el amor maternal en nuestros propios hijos. Pero Débora entregó también su corazón al pueblo de Dios “Mi corazón es para vosotros jefes de Israel” (Jue 5: 9). Y fue ese amor que la impulsó a animar y juntar a la tropa y a arriesgarse a ir con ellos a la batalla. Dios nos ha dado a las mujeres la capacidad de amar maternalmente y una sensibilidad especial que puede ser encauzada y multiplicada a suplir las necesidades emocionales, físicas, espirituales y materiales de otros. Débora tal vez tenía sus propios hijos pero su rol de madre trascendió a su propia familia. ¿Cuáles son los límites de tu amor? ¿Has reflexionado acerca de la indiferencia que evidenciamos frente a ciertas situaciones que nos rodean? ¿Hay necesidades urgentes que pueden suplir tu corazón de madre? Si la vida no te ha dado hijos naturales, ¿te has preguntado cómo y hacia quiénes puedes encauzar ese amor maternal inherente a tu naturaleza?


4) Su alabanza a Dios: “Load a Jehová” “Oíd reyes; escuchad oh príncipes, Yo cantaré a Jehová, Cantaré salmos a Jehová, el Dios de Israel” (Jue 5:2-3). Luego de la gran victoria Débora compone un Cántico Triunfal que celebra la gloriosa victoria de Israel. En él, Débora menciona la intervención sobrenatural de Dios y el hecho de que luchó a favor de Israel, y termina su poema con una oración a Dios. Busquemos la dirección de Dios para todo cuanto planeemos hacer en esta vida. Emprendamos grandes retos para él y aprendamos a darle la gloria cuando él prospere nuestros proyectos y nos de victorias personales. Débora, fue una mujer que quedó registrada en la historia de Israel, porque supo amar y combatir, y levantarse como Madre de un pueblo en un tiempo de gran necesidad a todo nivel. Quiera Dios que como mujeres y madres aprendamos a dejar huella en los corazones y vidas de quienes no rodean y nos necesitan hoy.

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PARA LOS QUE AMAN LAS PALABRAS

martes, 2 de septiembre de 2008


Estuve leyendo después de muchos años "Confieso que he vivido" de Pablo Neruda, uno de mis poetas favoritos, del cual puedo decir que "guardo silencio ante su poesía", y que reconozco como maestro y artesano por excelencia de las palabras. Leer sus memorias significó en esta ocasión volver a dialogar con el poeta y con la poesía. Para muestra un botón, el texto donde él se refiere a "las palabras" inspiró en mi esta reflexión que quiero compartir con ustedes.


EL PODER DE LAS PALABRAS Y LA ETERNIDAD DE LA PALABRA DE DIOS

Por Patricia Adrianzén de Vergara


“…Todo lo que usted quiera, sí Señor, pero son las palabras, las que cantan, las que suben y bajan… Me prosterno ante ellas… las amo, las adhiero, las persigo, las muerdo, las derrito… Amo tanto las palabras… Las inesperadas…las que glotonamente se esperan, se acechan, hasta que de pronto caen… Vocablos amados… brillan como piedras de colores, saltan como platinados peces, son espuma, hilo, metal, rocío… Persigo algunas palabras… Son tan hermosas que las quiero poner todas en mi poema… las agarro al vuelo cuando van zumbando, y las atrapo, las limpio, las pelo, me preparo frente al plato, las siento cristalinas, vibrantes, ebúrneas, vegetales, aceitosas, como frutas, como ágatas, como algas, como aceitunas”...[1]


Para Pablo Neruda, poeta chileno, (premio nobel de literatura 1971), las palabras son más que un conjunto de sonidos articulados y-o representaciones gráficas que expresan una idea o concepto. Para Neruda las palabras son su materia prima, el preciado instrumento de trabajo, siente que puede beber las palabras y moldearlas, darles forma hasta lograr con ellas su mejor poema.
Neruda se acerca tiernamente al ser amado a través de las palabras que pueden sonar a música en los oídos de una mujer enamorada:


“Para que tú me oigas
Mis palabras Se adelgazan a veces
Como las huellas de las gaviotas en las playas.
Collar, cascabel ebrio
Para tus manos suaves como las uvas.

Y las miro lejanas mis palabras.
Más que mías son tuyas.
Van trepando en mi viejo dolor como las yedras.

Ellas trepan así por las paredes húmedas.

Eres tú la culpable de este juego sangriento.

Ellas están huyendo de mi guarida oscura.

Todo lo llenas, tú, todo lo llenas.
Antes que tú poblaron la soledad que ocupas,
y están acostumbradas más que tú a mi tristeza.
Ahora quiero que digan lo que quiero decirte
para que tú las oigas como quiero que me oigas.

(Fragmento del Poema V)


Con las palabras, Pablo Neruda logró crear poemas inolvidables, como el que citamos. Por eso consideraba las palabras “más valiosas que el oro que se llevaron a España”. [2] Así es como un creador tiene la facultad de sentir el valor de las palabras…

¿Sabía usted que Dios también consideró de importancia suprema a las palabras?

Por su palabra fue creado el universo: “Y dijo Dios, sea la luz y fue la luz”. (Gn 1:3) como también lo confirma el Nuevo Testamento: “Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que no era, fue hecho de lo que no se veía”( Heb 11:3) y esa misma palabra es la que sigue sustentando: “…el cual siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder” (Hebreos 1:3).

La palabra de Dios siempre fue, es y será poderosa. Nada puede compararse con la palabra de Dios.
Es interesante notar que Dios da tanto valor a la palabra oral pero a la vez también a su palabra escrita. Ya que él mismo escribió y reconoce la escritura como un poderoso instrumento para influir en las personas. El quiso legar a su pueblo su ley escribiendo de su propia mano, sí, Dios se preocupó por escribir por si mismo el testimonio de las palabras que anhelaba que su pueblo recordara y pusiera por obra:

“Y dio a Moisés cuando acabó de hablar con él en el monte de Sinaí, dos tablas del testimonio, tablas de piedra escritas con el dedo de Dios” (Exodo 31:18)
“Y las tablas eran obra de Dios, y la escritura era escritura de Dios grabada sobre las tablas”. (Exodo 32:16)

¡Qué privilegio más grande el del pueblo de Israel, ser receptores de las palabras escritas por Dios mismo! Lamentablemente cuando Moisés descendió del Monte, encontró que el pueblo de Dios se había desviado y estaban adorando a un becerro de oro, entonces ardiendo en ira quebró las tablas de sus manos al pie del monte. (Ex 32:19)


Pero una vez recibido el castigo y habiéndose arrepentido el pueblo, Dios decide darles una nueva oportunidad, lo cual confirma que él consideraba de vital importancia que ellos recibieran por escrito su ley:

“Y Jehová dijo a Moisés: Alístate dos tablas de piedra como las primeras, y escribiré sobre esas tablas las palabras que estaban en las tablas primeras que quebraste”. (Exodo 34:1)

¿Por qué Dios insistía en dejar escrito el testimonio de su ley? Porque al reconciliarse nuevamente con su pueblo quería manisfestarles su buena voluntad, confirmar su pacto y su comunión con ellos. Dios a través del tiempo ha querido escribir siempre su ley en nuestros corazones. E inspiró a los autores de las escrituras (2 Tim 3:16) para revelarnos su voluntad.

A lo largo de mi vida he podido comprobar que sus palabras trascienden y superan cualquier propósito humano, porque tienen:

a) Un poder transformador: “Porque como desciende de los cielos la lluvia, y no vuelve allá, sino que riega la tierra y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello en que la envié”. (Isaías 55:11)

b) Un poder santificador: “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad”. (Jn 17:17) “Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado”. “¿Con qué limpiará el joven su camino, con guardar tu palabra” (Sal 119:9)

c) Un poder confrontador : “Al oírla muchos de sus discípulos dijeron: Dura es esta palabra; ¿quién la puede oír?...El Espíritu es el que da vida, la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida”. (Jn 6:60 y 6:63)

d) Un poder de juicio: “El que me rechaza y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado ella le juzgará en el día postrero. (Jn 12:48)

e) Un poder reconciliador: “El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él” (Jn 14:23)

f) Un poder intercesor :”Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis y os será hecho”. (Jn 15:7)

g) Un poder eterno: “El cielo y la tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán” (Mr 13:31)
Como escritora también trabajo con las palabras. Y estoy de acuerdo con Neruda cuando se refiere con ternura a ellas cuando dice: “Una idea entera se cambia porque una palabra se trasladó de sitio, o porque otra se sentó como una reinita adentro de una frase que no la esperaba y que le obedeció. Tienen sombra, transparencia, peso, pluma, pelos, tienen de todo lo que se les fue agregando de tanto rodar por el río”, como el poeta amo las palabras y puedo referirme a ellas con el mismo cariño y admiración. Pero no puedo dejar de reconocer que por más belleza que logremos crear con ellas, por más que logremos combinarlas y usarlas con los más nobles propósitos, nada se compara al poder de la palabra de Dios. Porque ningún escrito humano, ninguna obra monumental, puede penetrar hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos “porque la palabra de Dios, es viva y eficaz y más cortante que toda espada de dos filos y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (Heb 4:12). Sólo a ella podemos asirnos en momentos difíciles como reconoce el salmista cuando dice:

“Abatida hasta el polvo está mi alma, vivifícame según tu palabra”. (Sal 119:25) “Se deshace mi alma de ansiedad, susténtame según tu palabra” (Sal 119:28).


Querido lector si estás buscando un rumbo diferente a tu vida, acude a esta palabra, que como dice el salmista y hemos experimentado a lo largo de los siglos millones de personas: “Lámpara es a nuestros pies su palabra y lumbrera a nuestro camino” (Sal 119:105) Te animo a vivir la inolvidable experiencia de adquirir sabiduría para la vida de esta bendita palabra porque “La exposición de sus palabras alumbra, hace entender a los simples” (Salmo 119:130). Y está a nuestro alcance.
[1] Pablo Neruda. Confieso que he vivido. Pg 62. [2] Ibid pg 63

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UN GRITO DE AUDACIA EN LA LITERATURA LATINOAMERICANA


LA NOVELA DEL DICTADOR, UN GRITO DE AUDACIA EN LA LITERATURA LATINOAMERICANA


Por Patricia Adrianzén de Vergara.

“Algunas veces se dice que no se le puede confiar al hombre el gobierno de sí mismo. ¿Puede entonces confiársele el gobierno de los demás? "

(Thomas Jefferson)


Desde hace algunos años hablamos de democracia en América Latina, pero las crisis que afrontan nuestros países nos lleva a preguntarnos si verdaderamente la vivimos. ¿Las democracias corruptas son verdaderas democracias? Lo cierto es que la figura del dictador corrupto ha emergido desde nuestros pueblos, porque como dice la cita con la que iniciamos esta reflexión, “no puede confiársele el gobierno de los demás a quien aún no ha aprendido a gobernarse a sí mismo”.

La literatura latinoamericana en el siglo XX, ha producido textos audaces y políticamente agudos en respuesta a la corrupción y al abuso de poder. La ficción histórica ha creado un sub género, denominado “la novela del dictador”. Algunos títulos de este estilo temático son El Señor Presidente de Miguel Angel Asturias (obra que lo llevó a obtener el premio Nobel en 1967) quien afirmaba que:

“la novela es el único medio de hacer conocer al mundo las necesidades y las aspiraciones del pueblo al que pertenece”.[1] Fenómenos como el terror, el miedo, el servilismo, componentes de una dictadura están muy bien expresados en El Señor Presidente, Asturias intentó despertar la conciencia del pueblo, satirizando y denunciando los poderes despóticos.




Otras obras de este género son: El reino de este mundo de Alejo Carpentier, La sombra del Caudillo de Luis Martín Guzmán, La fiesta del Chivo, de Mario Vargas Llosa. El Yo supremo de Roa Bastos. Las raíces más profundas de los pueblos hispanoamericanos están reflejadas en estas obras, cuyos escritores intentan despertar la conciencia universal de libertad de las naciones partiendo de las necesidades y las aspiraciones de los pueblos que a través de los años han sido explotados por algún tipo de dictadura.

Aunque estas novelas fueron escritas tomando como referencia personajes reales en cierto espacio y tiempo definidos, son obras que mantienen una vigencia y tienen universalidad en América Latina y en todos los lugares donde hay dictadura. Terminan siendo una metáfora de la lucha contra el autoritarismo y tal vez el grito más audaz de protesta que se levanta.

¿Dictadura en la Biblia? Si bien es cierto “la mayoría de los gobiernos comienzan por la ambición de un príncipe que codicia gobernar, pero la monarquía de Israel comenzó por la ambición de un pueblo que codició ser gobernado”[2]. La historia bíblica registra el momento en que el pueblo de Israel desechó el gobierno directo de Dios y pidió un rey que los gobierne pues querían ser como las otras naciones:

“Entonces todos los ancianos de Israel se juntaron y vinieron a Ramá para ver a Samuel y le dijeron: He aquí tú has envejecido, y tus hijos no andan en tus caminos; por tanto, constitúyenos ahora un rey que nos juzgue, como tienen todas las naciones…y Samuel oró a Dios” (1 Sam 8:4-6)

Resulta interesante que la primera respuesta de Dios a este pedido del pueblo es decirle a Samuel que les advierta “cómo les tratará el rey que reinará sobre ellos”, cuan duras habrían de ser las condiciones de la monarquía (1 Sam 8:9) pues Dios ya sabía los efectos del poder en el corazón del hombre:

“Dijo pues: Así hará el rey que reine sobre vosotros: tomará vuestros hijos, y los pondrá en sus carros y en su gente de a caballo, para que corran delante de su carro; y nombrará para sí jefes de miles y jefes de cincuentenas; los pondrá asimismo a que aren sus campos y sieguen sus mieses, y a que hagan sus armas de guerra y los pertrechos de sus carros. Tomará también a vuestras hijas para que sean perfumadoras, cocineras y amasadoras. Asimismo tomará lo mejor de vuestras tierras, de vuestras viñas y de vuestros olivares y los dará a sus siervos. Diezmará vuestro grano y vuestras viñas, para dar a sus oficiales y a sus siervos. Tomará vuestros siervos y vuestras siervas, vuestros mejores jóvenes y vuestros asnos, y con ellos hará sus obras. Diezmará también vuestros rebaños, y seréis sus siervos. Y clamaréis aquel día a causa de vuestro rey que os habréis elegido, mas Jehová no os responderá en aquel día. Pero el pueblo no quiso oír la voz de Samuel y dijo: No, sino que habrá rey sobre nosotros; y nosotros seremos también como todas las naciones, y nuestro rey nos gobernará, y saldrá delante de nosotros, y hará nuestras guerras”. (1 Sam 8:11-20)

El pueblo se obstinó en su demanda. Ellos querían un rey con pompa exterior y poder ostentoso. Indirectamente era una queja contra el gobierno y el honor de Dios. El régimen de Israel había sido hasta entonces una teocracia, un gobierno divino. Los jueces recibían directamente de Dios su llamamiento y su comisión y los asuntos de la nación estaban bajo la dirección de Dios. Las cosas cambiarían con la monarquía como lo comprueba el largo historial de reyes que gobernaron bajo sus propios principios y cedieron ante la corrupción del poder, conforme al modelo de los reyes de las otras naciones. La historia comprueba también que la degeneración moral del monarca influía directamente en la prosperidad de la nación. Muchos sistemas y regimenes se han sucedido desde entonces. Las libertades básicas y los derechos humanos han sido constantemente violados. Lo cierto es que no podemos confiar ni en el sistema. Tal vez ya no es aceptado el dictador prototipo pero se sigue pensando que la solución es que nos gobierne un hombre que muestre “la mano dura”.

¿Seguimos eligiendo entre democracias corruptas y dictadores corruptos? James Madison dijo: “La esencia del Gobierno es el poder; y el poder, radicado, como debe estarlo en manos humanas, siempre estará expuesto a ser empleado para abusar”.


Estamos a las puertas de un nuevo periodo presidencial. La incertidumbre, la decepción y la frustración, nos llevan al pesimismo, tal vez a imaginar que pronto seremos los protagonistas de otra novela del dictador y que no podemos dar un grito más audaz. Pero sí hay esperanza. Hay esperanza porque la Biblia habla de un Dios soberano “que quita y pone reyes”. Porque tenemos la convicción que finalmente Dios es el rey de la historia. Y mientras esperamos la instauración del único gobierno justo, de paz y equidad cuando Cristo regrese por segunda vez, tenemos la responsabilidad de ser la sal y la luz de la tierra. Siguiendo su ejemplo y recordando su enseñanza de vida:

“Sabéis que los que son tenidos por gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y sus grandes ejercen sobre ellas potestad. Pero no será así entre vosotros, sino el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos. Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido sino para servir, y dar su vida en rescate por muchos” (Mr 10:42-45).


¡Jesús el rey de Reyes y Señor y de señores, la antítesis del Dictador! [1] http:// www.geocities.com/ma_asturias/inicio/obras.html [2] Mathew Henry. Comentario Bíblico. Pg 294.

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