Breve análisis y reflexión a la novela "Lágrimas en la lluvia" de Rosa Montero

sábado, 20 de abril de 2013



Por Patricia Adrianzén de Vergara


LÁGRIMAS EN LA LLUVIA

Rosa Montero (Seix Barral)


Cuando escogí leer “Lágrimas en la Lluvia” de Rosa Montero, no imaginé que estaría frente a una  novela de ciencia ficción. Saboreaba aun el recuerdo de algunas frases memorables de “La loca de la casa”, como esta:

“Escribir, en fin, es estar habitado por un revoltijo de fantasías, a veces perezosas como las lentas ensoñaciones de una siesta estival, a veces agitadas y enfebrecidas como el delirio de un loco. La cabeza del novelista marcha por sí sola; está poseída por una suerte de compulsión fabuladora, y eso a veces es un don y en otras ocasiones es un castigo”.[1] 

Y esta: “Regresamos así a la imaginación. A esa loca a ratos fascinante y a ratos furiosa que habita en el altillo. Ser novelista es convivir felizmente con la loca de arriba. Es no tener miedo de visitar todos los mundos posibles y algunos imposibles… los narradores somos seres más disociados o tal vez más conscientes de la disociación que los demás. Esto es, sabemos que dentro de nosotros somos muchos…ser novelista te permite no solo vivir otras vidas, sino también inventártelas…La novela es la autorización de la esquizofrenia.”[2]  

Dando rienda suelta o dejándose poseer por esa “loca de la casa”, en esta ocasión Rosa Montero crea una sociedad futurista, ambientada en Madrid, en el año 2109,  donde conviven en la tierra seres humanos, con replicantes (androides), robots y hasta seres de otros planetas (nombrados despóticamente bichos). Una sociedad inestable donde se evidencia una vez más las debilidades y ambiciones del poder político, el caos social, la búsqueda de la identidad y la lucha por la supervivencia.

Bruna Husky, el personaje principal es una replicante, una detective tecno humana, que se ve envuelta en una trama de alcance universal.  Un ser solitario, con extraordinarias condiciones físicas, pues ha sido entrenada para la lucha, pero con un mundo interior en constante conflicto. Empezando por su soledad: “Los androides eran seres solitarios, islas habitadas por un solo náufrago en medio de un abirragado mar de gentes”.[3]

Y esto es lo primero que llama la atención en la novela, desde la primera página, la descripción de un ser creado para el servicio de los humanos, de una réplica, que con el tiempo lograron conquistar sus derechos en una sociedad desigual. Montero logra crear un personaje con una fuerza psicológica y un realismo impresionante. Al punto que podemos identificarnos con su angustia y su conflicto interior. No es totalmente humana aunque física y psicólogicamente se asemeja mucho. La novela termina siendo una búsqueda personal del sentido de la vida y su propia identidad.

Bruna es una replicante, pero a la vez paradójicamente, un personaje sumamente humano, frágil y sensible, con dolor mental, que evidencia angustia existencial por dos motivos cruciales:

El primero, no tener un pasado verdadero. A los replicantes se les implantaba una memoria artificial con un pasado familiar para tener recuerdos a los cuales aferrarse y simular una vida más larga. A Bruna le habían implantado el recuerdo de una infancia dolorosa, sabía que era irreal, sin embargo se aferraba a ella. En determinado momento tiene la tentación de borrar esa memoria pero no lo hace pues peor sería el vacío, así que no cede cuando se encuentra frente al negocio que ofrecía: “Borrado de memoria selectivo desde 300 gaias, pregonaban las letras luminosas del escaparate, aunque Bruna sabía que deshacerse de los recuerdos largos y complejos que afectaban a diversas zonas del cerebro”.[4]  Luego sufrirá  un gran impacto cuando descubre que su memoria falsa, era la realidad de alguien que la había creado a su imagen y semejanza poniendo en ella todos sus recuerdos. Este hecho afecta profundamente su  identidad. Se pregunta si había heredado de aquel hombre también sus impulsos asesinos y sus rasgos negativos. Esta interrogante me confrontó personalmente, con la idea de un Dios Creador, que nos da su imagen y semejanza. Y en quien encontramos no solamente un sentido de identidad sino de dignidad.


El segundo motivo de angustia era saber casi con exactitud la fecha de su muerte. Los replicantes solo vivían 10 años, pues antes de llegar a esa edad les aparecía un tumor para el cual aun no se había encontrado cura. Bruna ansiosamente cuenta cada día el tiempo de vida que le queda. Inicia la novela contando cuatro años, tres meses y veintinueve días. Y durante toda la novela va descontando los días. La cercanía de la fecha de su muerte no le permite ser feliz ni vivir a plenitud. Siente que tiene un destino injusto frente a los seres humanos que pueden disfrutar de mayor longevidad que sus míseros diez años.

A lo largo de la novela Bruna lucha con enemigos secretos y misteriosos, tiene que desenredar un complot contra ella y contra su género. Pero su mayor contrincante  resulta ser el tiempo que la aproxima a la muerte. Desde la primera frase de la novela: “Bruna despertó sobresaltada y recordó que iba a morir. Pero no ahora”[5];  somos partícipes de esa angustia y esa lucha. 

¿Cómo nos sentiríamos nosotros si nos fuera dado conocer la fecha de nuestra muerte? El argumento de la novela “Las intermitencias de la muerte” de José Saramago, trata este tema de una manera muy peculiar. En principio, en su ficción, Saramago anula por un tiempo el poder de la muerte, esta decide primero no matar “darse unas vacaciones”, y en aquella ciudad nadie muere, creando un caos social. Pero luego, la muerte, decide mejor avisar una semana antes a la víctima pensando que así ésta tendría la oportunidad de arreglar sus asuntos legales, personales, familiares, etc. Pero los seres humanos reaccionan al revés de lo esperado y en vez de saldar con los demás sus cuentas personales y dejar todo arreglado, se entregaban a un desenfreno total, a vivir los placeres asumiendo que así hacían una mejor inversión de las pocas horas que les quedaban de vida. Saramago expresa así una vez más la desilusión en el ser humano que desperdicia hasta las últimas oportunidades a cambio de un estilo de vida hedonista aun ante las puertas de la muerte.


Rosa Montero trata también el tema de la desilusión en la humanidad. Pero crea a una heroína que no cede al chantaje ni a la corrupción del sistema cuando le ofrecen más años de vida. Aunque siente la tentación.  La novela gana así éticamente. Aunque Bruna Husky termina siendo un ser solitario y desilusionado.

No me parece gratuito que Rosa Montero haya iniciado su novela con una cita del Eclesiastés:  

Todo tiene su momento oportuno; hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo:
un tiempo para nacer, y un tiempo para morir;
un tiempo para plantar, y un tiempo para cosechar;
un tiempo para matar, y un tiempo para sanar;
un tiempo para destruir, y un tiempo para construir;
un tiempo para llorar, y un tiempo para reír;
un tiempo para estar de luto, y un tiempo para saltar de gusto;
un tiempo para esparcir piedras,  y un tiempo para recogerlas;
un tiempo para abrazarse, y un tiempo para despedirse;
un tiempo para intentar, y un tiempo para desistir;
un tiempo para guardar, y un tiempo para desechar;
un tiempo para rasgar, y un tiempo para coser;
un tiempo para callar, y un tiempo para hablar;
un tiempo para amar, y un tiempo para odiar;
un tiempo para la guerra, y un tiempo para la paz.” (Eclesiastés 3:1-8)

Una cita de un libro escrito por un hombre que también saboreó la desilusión aunque lo tuvo todo. Pero vivió lo suficiente y cometió los suficientes errores como para comprender la vaciedad y el sin sentido de la vida cuando no hay fe. Montero toma esta referencia que alude que hay un tiempo para todas las vicisitudes de la vida, empezando por nacer y morir. El tiempo, el tiempo que se escurría de las manos.

Si desde el pasado, en la expresión del pensamiento griego la vida es una lucha (La Iliada) y un camino o un largo viaje (La Odisea). Rosa Montero sitúa a Bruna Husky en un constante escenario de lucha: lucha por la supervivencia, lucha por la identidad, por encontrarse a sí misma, en un camino sinuoso, de traición y desconfianza, donde no hay fe. 

La ausencia de Dios es notable tanto como el concepto de eternidad frente a un panorama cada vez más desalentador. Si algo caracteriza también a “Lágrimas en la lluvia” es la ausencia de la fe. Ausencia de una fe trascendente y ausencia de fe en el ser humano. La duda impera aun en las relaciones interpersonales porque hasta el final otros personajes como su amigo Yiannis es traicionado y la misma Bruna no se sabe en quien definitivamente puede confiar.

Resulta conmovedor y aleccionador el final, que una rep condenada a muerte, salve la vida justamente de este amigo, quien esperaba su turno en la recepción de la empresa de eutanasia que operaba en Madrid.  Y que ambos derrotados y desilusionados puedan unirse finalmente en una breve esperanza antes del fin del mundo. Porque el ser humano siempre se aferrará a la esperanza por más tenue que sea su luz, aunque derrame lágrimas en la lluvia.




[1] Rosa Montero. La loca de la casa. Pg 19
[2] Rosa Montero. La loca de la casa. Pg 27-28
[3] Rosa Montero. Lágrimas en la lluvia. Pg 29
[4] Rosa Montero. Lágrimas en la lluvia. Pg 355.
[5] Rosa Montero. Lágrimas en la lluvia. Pg 11.to saldra antes del leer mas Esto saldra en la pagina al pulsar leer mas

Leer más...