PARA LOS QUE AMAN LAS PALABRAS

martes, 2 de septiembre de 2008


Estuve leyendo después de muchos años "Confieso que he vivido" de Pablo Neruda, uno de mis poetas favoritos, del cual puedo decir que "guardo silencio ante su poesía", y que reconozco como maestro y artesano por excelencia de las palabras. Leer sus memorias significó en esta ocasión volver a dialogar con el poeta y con la poesía. Para muestra un botón, el texto donde él se refiere a "las palabras" inspiró en mi esta reflexión que quiero compartir con ustedes.


EL PODER DE LAS PALABRAS Y LA ETERNIDAD DE LA PALABRA DE DIOS

Por Patricia Adrianzén de Vergara


“…Todo lo que usted quiera, sí Señor, pero son las palabras, las que cantan, las que suben y bajan… Me prosterno ante ellas… las amo, las adhiero, las persigo, las muerdo, las derrito… Amo tanto las palabras… Las inesperadas…las que glotonamente se esperan, se acechan, hasta que de pronto caen… Vocablos amados… brillan como piedras de colores, saltan como platinados peces, son espuma, hilo, metal, rocío… Persigo algunas palabras… Son tan hermosas que las quiero poner todas en mi poema… las agarro al vuelo cuando van zumbando, y las atrapo, las limpio, las pelo, me preparo frente al plato, las siento cristalinas, vibrantes, ebúrneas, vegetales, aceitosas, como frutas, como ágatas, como algas, como aceitunas”...[1]


Para Pablo Neruda, poeta chileno, (premio nobel de literatura 1971), las palabras son más que un conjunto de sonidos articulados y-o representaciones gráficas que expresan una idea o concepto. Para Neruda las palabras son su materia prima, el preciado instrumento de trabajo, siente que puede beber las palabras y moldearlas, darles forma hasta lograr con ellas su mejor poema.
Neruda se acerca tiernamente al ser amado a través de las palabras que pueden sonar a música en los oídos de una mujer enamorada:


“Para que tú me oigas
Mis palabras Se adelgazan a veces
Como las huellas de las gaviotas en las playas.
Collar, cascabel ebrio
Para tus manos suaves como las uvas.

Y las miro lejanas mis palabras.
Más que mías son tuyas.
Van trepando en mi viejo dolor como las yedras.

Ellas trepan así por las paredes húmedas.

Eres tú la culpable de este juego sangriento.

Ellas están huyendo de mi guarida oscura.

Todo lo llenas, tú, todo lo llenas.
Antes que tú poblaron la soledad que ocupas,
y están acostumbradas más que tú a mi tristeza.
Ahora quiero que digan lo que quiero decirte
para que tú las oigas como quiero que me oigas.

(Fragmento del Poema V)


Con las palabras, Pablo Neruda logró crear poemas inolvidables, como el que citamos. Por eso consideraba las palabras “más valiosas que el oro que se llevaron a España”. [2] Así es como un creador tiene la facultad de sentir el valor de las palabras…

¿Sabía usted que Dios también consideró de importancia suprema a las palabras?

Por su palabra fue creado el universo: “Y dijo Dios, sea la luz y fue la luz”. (Gn 1:3) como también lo confirma el Nuevo Testamento: “Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que no era, fue hecho de lo que no se veía”( Heb 11:3) y esa misma palabra es la que sigue sustentando: “…el cual siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder” (Hebreos 1:3).

La palabra de Dios siempre fue, es y será poderosa. Nada puede compararse con la palabra de Dios.
Es interesante notar que Dios da tanto valor a la palabra oral pero a la vez también a su palabra escrita. Ya que él mismo escribió y reconoce la escritura como un poderoso instrumento para influir en las personas. El quiso legar a su pueblo su ley escribiendo de su propia mano, sí, Dios se preocupó por escribir por si mismo el testimonio de las palabras que anhelaba que su pueblo recordara y pusiera por obra:

“Y dio a Moisés cuando acabó de hablar con él en el monte de Sinaí, dos tablas del testimonio, tablas de piedra escritas con el dedo de Dios” (Exodo 31:18)
“Y las tablas eran obra de Dios, y la escritura era escritura de Dios grabada sobre las tablas”. (Exodo 32:16)

¡Qué privilegio más grande el del pueblo de Israel, ser receptores de las palabras escritas por Dios mismo! Lamentablemente cuando Moisés descendió del Monte, encontró que el pueblo de Dios se había desviado y estaban adorando a un becerro de oro, entonces ardiendo en ira quebró las tablas de sus manos al pie del monte. (Ex 32:19)


Pero una vez recibido el castigo y habiéndose arrepentido el pueblo, Dios decide darles una nueva oportunidad, lo cual confirma que él consideraba de vital importancia que ellos recibieran por escrito su ley:

“Y Jehová dijo a Moisés: Alístate dos tablas de piedra como las primeras, y escribiré sobre esas tablas las palabras que estaban en las tablas primeras que quebraste”. (Exodo 34:1)

¿Por qué Dios insistía en dejar escrito el testimonio de su ley? Porque al reconciliarse nuevamente con su pueblo quería manisfestarles su buena voluntad, confirmar su pacto y su comunión con ellos. Dios a través del tiempo ha querido escribir siempre su ley en nuestros corazones. E inspiró a los autores de las escrituras (2 Tim 3:16) para revelarnos su voluntad.

A lo largo de mi vida he podido comprobar que sus palabras trascienden y superan cualquier propósito humano, porque tienen:

a) Un poder transformador: “Porque como desciende de los cielos la lluvia, y no vuelve allá, sino que riega la tierra y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello en que la envié”. (Isaías 55:11)

b) Un poder santificador: “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad”. (Jn 17:17) “Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado”. “¿Con qué limpiará el joven su camino, con guardar tu palabra” (Sal 119:9)

c) Un poder confrontador : “Al oírla muchos de sus discípulos dijeron: Dura es esta palabra; ¿quién la puede oír?...El Espíritu es el que da vida, la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida”. (Jn 6:60 y 6:63)

d) Un poder de juicio: “El que me rechaza y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado ella le juzgará en el día postrero. (Jn 12:48)

e) Un poder reconciliador: “El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él” (Jn 14:23)

f) Un poder intercesor :”Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis y os será hecho”. (Jn 15:7)

g) Un poder eterno: “El cielo y la tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán” (Mr 13:31)
Como escritora también trabajo con las palabras. Y estoy de acuerdo con Neruda cuando se refiere con ternura a ellas cuando dice: “Una idea entera se cambia porque una palabra se trasladó de sitio, o porque otra se sentó como una reinita adentro de una frase que no la esperaba y que le obedeció. Tienen sombra, transparencia, peso, pluma, pelos, tienen de todo lo que se les fue agregando de tanto rodar por el río”, como el poeta amo las palabras y puedo referirme a ellas con el mismo cariño y admiración. Pero no puedo dejar de reconocer que por más belleza que logremos crear con ellas, por más que logremos combinarlas y usarlas con los más nobles propósitos, nada se compara al poder de la palabra de Dios. Porque ningún escrito humano, ninguna obra monumental, puede penetrar hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos “porque la palabra de Dios, es viva y eficaz y más cortante que toda espada de dos filos y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (Heb 4:12). Sólo a ella podemos asirnos en momentos difíciles como reconoce el salmista cuando dice:

“Abatida hasta el polvo está mi alma, vivifícame según tu palabra”. (Sal 119:25) “Se deshace mi alma de ansiedad, susténtame según tu palabra” (Sal 119:28).


Querido lector si estás buscando un rumbo diferente a tu vida, acude a esta palabra, que como dice el salmista y hemos experimentado a lo largo de los siglos millones de personas: “Lámpara es a nuestros pies su palabra y lumbrera a nuestro camino” (Sal 119:105) Te animo a vivir la inolvidable experiencia de adquirir sabiduría para la vida de esta bendita palabra porque “La exposición de sus palabras alumbra, hace entender a los simples” (Salmo 119:130). Y está a nuestro alcance.
[1] Pablo Neruda. Confieso que he vivido. Pg 62. [2] Ibid pg 63

1 comentarios:

Perez Family dijo...

Patty felicitaciones por tu articulo sobre la "Palabra", es fantastico no solo por que nos ilustras sobre el pensamiento de Neruda sobre ella, sino tambien por tu particular enfasis sobre la Palabra Viva que da sentido a nuestra vida. Gracias por desafiarnos a profundizar en ella.