DIA INTERNACIONAL DE LA MUJER

martes, 8 de marzo de 2011

MUJER DIGNA

Al celebrar un año más el día Internacional de la Mujer, pienso no solamente en la importancia de reconocer el valor de nuestro género, sino me parece importante preguntar a cada mujer si está segura de su valor y dignidad como persona.

Todas sabemos que la mujer ha tenido que luchar por reinvindicar sus derechos en muchos ámbitos de la sociedad. Así consiguió su derecho al voto (1870-1945) y luego su derecho a la educación. Se ha opuesto frontalmente al autoritarismo y ha derribado jerarquías e injusticias. Ahora ha asumido nuevos roles y mayor participación en las decisiones de la sociedad. Ha ingresado masivamente al campo laboral demostrando su capacidad y al marco de competitividad de género. Podemos decir que en el mundo occidental la mujer ha conquistado el espacio que en la sociedad se merece. Aunque en otras sociedades lamentablemente la mujer sigue en un estado esclavitud, dominada por conductas y actitudes que merman su libertad y su plena realización.
  
En Latinoamérica, no podemos todavía cantar victoria.  Vivimos en una sociedad predominantemente machista, los altos índices de violencia familiar lo confirman. Pero muchos hombres también están cambiando su manera de ver a la mujer aunque les cuesta luchar contra sus micromachismos.
Mujer ¿cómo te defines a ti misma?

El tema de la autoestima es crucial para la mujer ya que de ella depende la salud emocional de la familia. Si nosotras estamos bien y tenemos un sentimiento de aprecio, de satisfacción, de valoración de nosotras mismas vamos a influenciar positivamente a nuestra familia. Por el contrario si no hemos aprendido a valorarnos y en secreto nos sentimos inconforme de lo que somos vamos a sentirnos frustradas e infelices y de alguna manera eso va a influenciar también en nuestro entorno.
Una mujer que se sabe y siente valiosa va a inspirar a otras mujeres y va a trazarse y lograr sus metas.

Construir una autoestima sana no es fácil, sobre todo cuando la realidad choca con nuestras expectativas. Cuando las condiciones en las que vivimos, las circunstancias que enfrentamos se levantan como un obstáculo. Cuando hemos sufrido. Cuando cargamos a rastras un pasado doloroso o que nos avergüenza. No siempre vamos a poder cambiar las condiciones externas. Si las condiciones externas limitan, el cambio tiene que darse en nosotras, Mujer tú eres quien escribe tu historia. No te dejes vencer. Y recuerda que hay un Dios que te creó a su imagen que te ama incondicionalmente.

Estaba recordando una escena de las Escrituras de una mujer que tenía "todas las de perder". La habían descubierto en una terrible falta que no era perdonada por esa sociedad. Pero no se trataba solamente de castigarla, sino que quisieron aprovecharse de su situación. En otras palabras, esta mujer fue "usada" por todos y nadie consideró su dignidad.
 
Permíteme contarte su historia. No sé si alguna circunstancia de tu vida se asemeje al trato que ella recibió de sus contemporáneos, pero déjame decirte que quien la rescató de su situación de miseria, está dispuesto también hoy a tenderte la mano sea cual sea tu situación dolorosa. 


Piedras avergonzadas





“Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿Dónde están los que te acusan? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno, vete y no peques más.” (Juan 8:10-11)



Una mujer es arrastrada por las calles. Semidesnuda, cubierta sólo por su vergüenza. Ha sido sorprendida en el acto de adulterio y existe una antigua ley que estipula su muerte. No sabemos cuánto tiempo lleva en esta condición. Si fueron meses, años que vive atrapada por sus emociones o si es hace poco que su corazón cedió a la tentación. Tal vez jamás imaginó ser descubierta, tal vez jamás se detuvo a pensar todo lo que arriesgaba o tiraba por la borda ¿una familia?, ¿esposo?, ¿hijos?, ¿prestigio, estabilidad?, ¿una conciencia limpia? ¿Dónde está el hombre que juró amarla? ¿Por qué no está a su lado enfrentando el mismo juicio? ¿Es que acaso huyó?

Una mujer es arrastrada por las calles. Llevada a la fuerza, pasada de mano en mano como si se tratara de un guiñapo y arrojada a los pies de un hombre. No saben que Aquél tiene un corazón que se conmueve por la miseria humana. Aunque lo disimula bien, pues como si no le importara, escribe algo en el suelo polvoriento. Ella aguarda resignada la condena, a esas alturas ya no cree en la humanidad.

Una mujer sin esperanza piensa que no tiene escapatoria. Cuando escucha que la voz del Maestro desafía a sus acusadores:

-Aquel de ustedes que esté libre de pecado, que tire la primera piedra.

La mujer se cubre instintivamente la cabeza y el rostro con sus brazos y manos, agazapada en la arena, esperando sentir el primer golpe, cuando escucha que las piedras caen sin dañarla a su alrededor. Mira por el rabillo del ojo y ve que uno a uno sus acusadores se retiran y sólo quedan ella y el Señor frente a frente quien le pregunta:

-Mujer, ¿dónde están? ¿Ya nadie te condena?

Ella dijo:

-Ninguno Señor.

Entonces Jesús le dijo:

-Ni yo te condeno. Vete y no peques más.

Él único que tenía el derecho a condenarla la absolvía. Le daba la libertad, la devolvía a la vida, dándole una nueva oportunidad.

Dios no pone en evidencia nuestros pecados. Tal vez nos ha visto transitar cubiertas sólo por nuestra vergüenza. Ha escuchado nuestros secretos y leído nuestros pensamientos. Sabía perfectamente cuando merecíamos ser castigadas. Pero jamás nos arrastraría por las calles ni nos pondría en evidencia. Porque Él tiene misericordia. Y misericordia es una palabra que tiene un significado especial. En latín se deriva de dos palabras misere (miseria, miserable, desdichado) cardia (corazón) y significa que el corazón se duele por la miseria humana. Así es la misericordia de Dios, se conmueve por nuestra miseria y se acerca a nosotros para rescatarnos de nuestra condición. Sólo Él puede tener esa clemencia y piedad . Solo Él es capaz de levantar nuestro rostro del polvo y abrir nuestros ojos a una realidad diferente. Sólo Él puede devolvernos la dignidad perdida.

Me gusta imaginar el final de esta mujer. Estoy casi segura que Jesús la cubrió con su manto, no la dejó ir desnuda. Aunque ella quería correr y esconderse se detuvo un instante más atrapada por su mirada. ¡Quería decirle tantas cosas! Agradecerle, llorar a sus pies, preguntarle si realmente era el Mesías. Pero no fue necesario, sus palabras habían penetrado en su alma y se sentía otra, Él la volvió a mirar sin ningún reproche e incomprensiblemente volvió a sentirse digna. Su vida valía la pena y tenían una nueva oportunidad, no iba a desperdiciarla.  Él se había enfrentado a todos esos hombres y sin violencia, con una sola frase ganó la batalla para ella.

Ahora ella debía librar la batalla de su propio corazón y construir su futuro. Pero transformada por su gracia.

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