Cien Años De Soledad Y Los Pecados Generacionales

jueves, 14 de febrero de 2008

Por: Patricia Adrianzén de Vergara




¿Ha percibido usted situaciones repetidas en algunas familias? ¿Conoce a padres alcohólicos con hijos alcohólicos? ¿A padres divorciados con hijos divorciados? ¿A abuelos o padres iracundos con hijos iracundos?



“No te inclinarás a ellas, porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos”. (Exodo 20:5-6)

El pecado generacional tiene que ver con conductas repetidas en algunas familias. Cuando hablamos de pecados generacionales, nos referimos al pecado cometido, en vida, por los antecesores (padres, abuelos, bisabuelos, etc.), que lamentablemente se repite en las vidas de sus hijos, a través de la influencia de la mala conducta cuando ésta no se rompe por el poder de Dios.

Este pasaje nos muestra claramente que los pecados de los padres, incluido sus debilidades y tendencias hacia esos pecados, se transmiten a las generaciones siguientes, es decir, hacia sus hijos. La Biblia explica que la iniquidad de los antepasados trae maldición sobre la línea familiar. La palabra “iniquidad” no significa hechos pecaminosos solamente sino “perversidad” y viene de la raíz hebrea que quiere decir “estar doblado o torcido”. La palabra sugiere una actitud básica de rebelión, además de las consecuencias que produce esa iniquidad.





El pasaje con el que iniciamos esta reflexión revela que “si los padres han muerto en su iniquidad y los hijos siguen sus pasos, adorando a dioses falsos por la tradición de sus padres, Dios no lo soportará y los castigará hasta la cuarta generación”. Esta advertencia a simple vista pudiera parecer muy drástica, pero no es así cuando comprendemos que el pecado de idolatría además de ofender a un Dios Santo y misericordioso, conllevaba una serie de prácticas paganas que iban contra la moral y atentaba aún contra la integridad de la familia ya que muchos “pasaban a sus hijos por fuego” para agradar a sus ídolos. Dios quiso preservar a su pueblo de estas prácticas paganas.


Es importante señalar que Dios no castiga a los hijos por los pecados de los padres, excepto cuando ellos los perpetúan. Pero también va a demostrar su misericordia a miles de generaciones, hasta la milésima generación de los que le aman y guardan sus mandamientos. ¡Y esa es una promesa maravillosa! Su misericordia y bendición sobre aquellos que le aman y obedecen alcanzan a mil generaciones.



CIEN AÑOS DE SOLEDAD Y EL PECADO GENERACIONAL



Cien años de soledad es una novela del escritor colombiano Gabriel García Márquez, quien obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1982, y es considerada una obra maestra de la literatura hispanoamericana y universal. La novela fue publicada en Buenos Aires en 1967, con un tiraje inicial de 8.000 ejemplares; hasta la fecha se han vendido más de 30 millones de ejemplares y ha sido traducida a 35 idiomas.


Cien años de soledad relata la historia de la familia Buendía a lo largo de seis generaciones en el pueblo ficticio de Macondo. En la novela, todos sus personajes parecen predestinados a padecer de la soledad, como una característica innata de la familia. El pueblo mismo vive aislado de la modernidad y en el olvido sufriendo tanto como sus personajes las consecuencias de su soledad y abandono. Pero no solamente es la soledad lo que acompaña a las seis generaciones de Buendía, sino que hay circunstancias familiares y pecados que se repiten de los padres hacia los hijos.
Podemos encontrar por ejemplo el incesto en cuatro generaciones. Las relaciones entre parientes se marcan dentro del mito del nacimiento de un hijo con cola de cerdo; a pesar de ello, estas se dan entre diversos miembros de la familia.


La pasión sexual es otro elemento significativo. La mayoría de las relaciones que se establecen están marcadas por la pasión. Aún cuando llega el amor, es como una enfermedad, que desemboca en la pasión. En una generación de cien años sólo hay un protagonista engendrado con amor.
La violencia y la venganza son otras características enmarcadas dentro del contexto de una guerra civil. El Coronel Aureliano Buendía invierte gran parte de su vida en una guerra que finalmente lo deja con un sentido de derrota y despropósito en la vida y otros personajes como Arcadio quien muere fusilado. La novela se inicia justamente con el asesinato de Prudencio Aguilar a manos de José Arcadio Buendía.


Son tan repetitivas las conductas a través de las generaciones que el personaje Ursula Iguarán (la madre, quien vive cien años) concluye cuando su bisnieto le repite las mismas palabras que años atrás pronunciara su propio hijo: “Y una vez más se estremeció con la comprobación de que el tiempo no pasaba, como ella lo acababa de admitir, sino que daba vueltas en redondo.”

El personaje Pilar Ternera también reconoce lo mismo: “Porque un siglo de naipes y de experiencias le había enseñado que la historia de la familia era un engranaje de repeticiones, una rueda giratoria que hubiera seguido dando vueltas hasta la eternidad, de no haber sido por el desgaste progresivo e irremediable del eje”.


Según García Márquez hasta los recuerdos se transmitían de generación en generación:
“Aureliano Segundo lo reconoció de inmediato, porque aquel recuerdo hereditario se había transmitido de generación en generación, y había llegado a él desde la memoria de su abuelo”.

En determinado momento Úrsula Iguarán cree que puede romper esta maldición educando a uno de sus bisnietos para que sea cura y llegue a ser Papa, pensó que:
“nadie mejor que ella para formar al hombre virtuoso que había de restaurar el prestigio de la familia, un hombre que nunca hubiera oído hablar de la guerra, los gallos de pelea, las mujeres de mala vida y las empresas delirantes, cuatro calamidades que, según pensaba Ursula, había determinado la decadencia de la estirpe”. Sin embargo, pese a los esfuerzos de toda la familia para que este sueño se concrete José Arcadio no llega a ser cura.


El desenlace de la novela nos lleva a compadecer al personaje que carga sobre sus hombros el peso de todas esas generaciones de antepasados, porque sin saberlo él había incurrido en el mismo pecado de incesto. Aureliano Babilonia reflexiona y descubre: “y en aquel relámpago de lucidez tuvo conciencia de que era incapaz de resistir sobre su alma el peso abrumador de tanto pasado”. ¿Hemos permitido un peso de esta naturaleza sobre la vida de nuestros hijos?


La novela acaba con un sentido de fatalismo: “Sin embargo, antes de llegar al verso final ya había comprendido que no saldría jamás de ese cuarto, pues estaba previsto que la ciudad de los espejos (o los espejismos) sería arrasada por el viento y desterrada de la memoria de los hombres en el instante en que Aureliano Babilonia acabara de descifrar los pergaminos y que todo lo escrito en ellos era irrepetible desde siempre y para siempre, porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra”.






Gracias a Dios que no vivimos en un mundo ficticio, sino que la realidad por más cruda que sea nos permite una segunda oportunidad si nos arrepentimos y le pedimos a Dios que sea él quien rompa las cadenas de maldad en nuestras vidas. El sacrificio de Cristo rompió con las maldiciones del pasado. ¡Y sí tenemos oportunidad sobre esta tierra!


¿Hay pecados generacionales en tu familia? Acércate a Dios y recuerda que su misericordia está a nuestro alcance, como dice el libro de Proverbios: la maldición de Jehová está en la casa del impío; mas él bendecirá la morada de los justos. (Prov 3: 33)

2 comentarios:

Keila dijo...

¡Magistral, mi querida editora! Me encanta cómo escribes.

Boris González dijo...

Creo que Cien años de soledad, bien refleja este articulo. Saludos y bendiciones.